CASTILLO DE LOS LUNA (Mesones de Isuela. Zaragoza).
CASTILLO DE LOS LUNA (Mesones de Isuela. Zaragoza).
El castillo-palacio en el que nos encontramos fue mandado construir en 1370 por el arzobispo de Zaragoza D. Lope Fernández de Luna, recién nombrado capitán general del ejército aragonés por Pedro IV con el fin de reforzar la frontera en la zona de Calatayud frente a Castilla (el valle del río Isuela era camino natural entre los dos reinos). La Guerra de los dos Pedros había acabado, pero el Ceremonioso piensa que es tan solo es una tregua y comienza a reforzar sus fronteras. La guerra no llegó a retomarse.
El castillo no llegó terminarse por el fallecimiento del arzobispo en 1382 y la desaparición de la amenaza castellana. Por cierto, podemos ver su magnífico sepulcro en la Parroquieta de la Seo en Zaragoza.
Este castillo no es la primera fortaleza existente en esta ubicación. En origen se erigió una pequeña fortaleza árabe a la vez que se funda el pueblo.por las tropas cristianas. La población es conquistada por las tropas cristianas en 1120 y entregada a la familia de Ortiz de Lizaga. Al morir éste en 1173 Mesones es donado a la Orden Templaria por su viuda Sancha de Abiego antes de ingresar en un monasterio (llegará a ser la primera abadesa del monasterio de Sijena). Los templarios lo primero que hicieron fue erigir una ermita a su virgen. Más tarde elevarían el castillo-monasterio acabándose las obras en abril de 1263. Los caballeros de blanco manto aparecen en varios documentos relacionados con el castillo:
- En 1266 se encuentra en el lugar Guillermo de Alcalá, comendador de Novillas y, por cierto, bisabuelo de D. Lope Fernández de Luna.
- En 1283 en una carta dirigida a Guillermo de Pueyo, señor de Jarque, en relación a la queja que habían hecho los frailes de la Orden del Temple por haber obligado a pagar a los sarracenos de Mesones (de Isuela) en contra de los privilegios que les había dado el rey Jaime.
- En un inventario de posesiones de la orden del Temple en la Corona de Aragón en 1289, donde aparece como Masones.
Al encontrarnos en una zona fronteriza, casi todas las poblaciones circundantes cuentan con un castillo o atalaya, pero que no tienen nada que ver con el castillo que nos ocupa. Nuestra fortaleza tiene planta rectangular, es grande (ochenta por treinta y cinco metros) y está realizado por sillares de piedra caliza perfectamente tallados. Tiene seis torres, cuatro en las esquinas y otras dos en el punto medio de los lados largos. De estas últimas parece que parte un muro que hubiera partido la fortaleza en dos: una zona militar y una parte palaciega. En cuanto a estilo arquitectónico podríamos nombrarlo como gótico con influencias italianas.
Podemos ver en varios lugares que el castillo no fue concluido. Por ejemplo, de las torres solo una está acabada, llegando a su altura total (la que se encuentra en la esquina noroeste).
El acceso se realiza por un portón situado a la derecha de la torre central sur. En el dintel de ésta podemos ver el escudo de D. Lope Fernández de Luna.
Cruzando el umbral llegamos al patio de armas, al fondo la única torre que se concluyó. En el patio varias ménsulas, apoyos de unos arcos que no llegaron a concluirse.
Entramos en la torre sureste. Exteriormente las seis torres son circulares, pero interiormente son muy distintas: tres hexagonales, dos hexagonales y una cuadrada. Llama la atención la gran cantidad de marcas de cantería que encontramos (hay alrededor de 130 registradas) que nos indica la gran cantidad de trabajadores en la construcción.
Las escaleras para subir a pisos superiores se encuentran dentro del grueso muro. En un descanso de éstas, en un rellano, las letrinas que se encuentran en un voladizo cada al exterior. En la parte interior todavía podemos ver los goznes para colocar una cortina y proporcionar algo de intimidad.
Desde aquí podemos caminar por parte del adarve paso de ronda que nos permitirá ver un la fortaleza desde otra perspectiva. Podemos ver a modo de ejemplo el incipiente muro que uniría las dos torres centrales o la gran cantidad de subterráneos del castillo, sobre todo en su mitad norte.
Retornamos al patio para adentrarnos en la parte palaciega que se compone de tres zonas: al norte una zona de servicios (cocina, aljibe, despensa...), la zona oeste que es el gran salón principal y la zona sur, zona más privada del arzobispo.
En la torre suroeste, de planta interior cuadrada, correspondería al dormitorio. Tiene una chimenea que conserva el tiro y una pequeña capilla en la que actualmente hay una pequeña campana.
A destacar un gran ventanal, o balconada, que podría ser utilizada por el arzobispo como un segundo acceso, aunque personalmente creo que esta sería la primigenia puerta de la fortaleza, en altura y con una rampa de madera desmontable.
La luna y sus escudetes aparecen por doquier (ménsulas, claves). Encima de la sala noble existe una terraza que une dos torres contiguas.
La torre noroeste es la única completamente acabada. Todavía conserva el arco y los mechinales que soportaban el último piso.
Desde lo alto de esta torre, de algo más de veinte metros de altura, tenemos una excelente visión de las habitaciones privadas del arzobispo.
Más aún, de todo el resto del castillo:
Bajamos y pasamos a la zona de servicio que se encuentran en el lado norte. Lo primero que notamos es un cambio de material en la construcción, los muros internos (no los que dan al patio ni al exterior) son de mampostería. En primer lugar nos encontramos con espacio abierto sin tejado (nunca lo tuvo, no se ha caído). Es el aljibe, en él recogeremos el agua que cae directamente y el agua de las edificaciones aledañas por las canaletas.
¿Qué servicios necesitan agua? Cocina y cuadras. La cocina es el edificio contiguo y la cuadra se encuentra debajo de ésta. Todavía podemos ver restos de tuberías de barro que conducirían el agua a los establos y sus respiraderos. El edificio contiguo es un gran almacén.
La parte este de este lado norte no es visitable, pero podemos ver los arcos de los grandes espacios soterrados destinados tal vez a almacenes, aljibes o calabozos.
Cuando murió D. Lope el castillo pasó a ser propiedad de sus sobrinos, los Fernández de Luna, más tarde de los Ximénez de Urrea, condes de Aranda, después a los duques de Híjar y más tarde a los duques de Alba acabando siendo (a finales del siglo XIX) propiedad municipal gracias al elemento que nos queda por ver: la capilla. El castillo siempre contó con una capilla en la torre noreste.
Pero la primitiva capilla, que al comienzo ocupaba tan solo la planta del torreón, fue ampliada a mitad del siglo XVII. La razón de esta ampliación tiene su origen en 1610 cuando se expulsó de Mesones a los moriscos (doscientas familias, fuegos en los documentos). Fue necesaria una repoblación. Como consecuencia de ella los edificios religiosos se quedaron pequeños y los mesoneros ampliaron iglesia y ermita. La ampliación de esta última determinaría más tarde que capilla y ruinas de castillo pasasen a propiedad municipal.
La ampliación no tiene nada destacable. Lo sí que me impresionó fue la techumbre de su cabecera, la capilla primitiva, cuya armadura está datada en 1379.
Pensemos en el espacio donde está ubicada, en una torre del castillo (circular por fuera y hexagonal) por dentro. Está formada por seis paños trapezoidales en torno a un hexágono central y una estrella de doce puntas. Es una techumbre mudéjar, pero es distinta, es una armadura de limas moamares de origen sevillano, no aragonés. El armazón se configura como si fuera un puzle encajando unas tablas con otras.
Destaca por su policromía. En el friso podemos ver en ya conocido escudo de D. Fernández Luna (pero con dos escudetes menos, seis en lugar de ocho) y otras figuras como aves o dragones.
Pero lo más interesante se encuentra en las 96 tablas rectangulares que forman la techumbre. Las figuras pintadas (por cierto, me recuerda al gótico italiano) son ángeles portadores de luz que a modo de cortejo acompañarían a aquellos que fueran enterrados bajo esta capilla en la cripta.
Preside el altar barroco Nuestra Señora de los Ángeles, patrona de la localidad. Es una talla tardorromanica, posiblemente de mitad del siglo XIII. Tiene una expresión más dulce, no es tan hierática.
La primitiva capilla y la ampliación barroca están perfectamente separadas por una reja de madera. En este lugar son admirables las yeserías mudéjares que podemos ver en las jambas del arco. Son de entorno a 1700, posiblemente los últimos "coletazos" del mudéjar en la zona.
Antes de abandonar el enclave vemos su exterior para observar, por ejemplo, su robustez (con la fábrica posiblemente templaria de la parte inferior de las torres) o la parte exterior de la letrina que vimos al comienzo de la entrada
Cuando pasemos por el pueblo conviene dirigir una mirada a la iglesia parroquial, a su torre. Es mudéjar, pero en la parte inferior todavía existe parte del alminar musulmán pues en esta ubicación se encontraba también la mezquita.
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