MONASTERIOS. VERUELA (Zaragoza).

MONASTERIO DE VERUELA (Zaragoza).


    Vamos a visitar el Real Monasterio de Santa María de Veruela (este es su nombre completo). Se encuentra situado a poco más de un kilómetro de la localidad zaragozana de Vera del Moncayo, a los pies de la sierra del mismo nombre (imagen 1). Fue el primer monasterio de la Orden Cisterciense en el Reino de Aragón en 1145. Su fundación cuenta con un episodio legendario del que fuera pretendiente al trono de Aragón tras la muerte de Alfonso I el Batallador, Don Pedro de Atarés. Os propongo la versión de un monje de Veruela Juan Álvaro Zapata (más tarde sería abad) publicada en 1597:

"Yendo D. Pedro de Athares a caza, hazia el Monte Moncayo a dos leguas de la ciudad de Borja de donde avia salido, sobrevinole una tempestad de truenos, relámpagos  y piedra: viendose perdido ...... encomendose muy deveras a nuestra Señora la Virgen María, la cual le apareció en una enzina, y lo libro del trabajo en el que estava"

Don Pedro de Atarés posibilitaría la construcción del cenobio mediante la donación de los terrenos. Existe la leyenda, recogida en la IX carta de Bécquer, de que sus restos reposan humildemente en el suelo de la puerta de entrada de los monjes a la iglesia. a su lado, en sarcófagos de piedra, descansan también su mujer e hijos.




El monasterio contó con monjes cistercienses desde 1145 hasta 1835, año de la desamortización. También tuvo una comunidad de jesuita desde 1877 hasta 1975. Entre estos dos periodos monásticos se perdieron gran cantidad de obras y objetos.

Tras atravesar un arco abierto en el muro rematado por almenas piramidales, llegamos a la verdadera entrada del monasterio que se hace a través de una torre-puerta que cuenta con dos aberturas (imagen 3), una para los carromatos y caballerías y otra para las personas. Flanquean la puerta dos grandes escudos de sendos abades del monasterio del siglo XVI (imagen 4).


  

Pasada la puerta, a la derecha, vemos un gran edificio. Es el palacio abacial (imágenes 5 y 6), construido en el siglo XVI. Era la residencia del abad, y allí se encontraba también el despacho de la botica y el padre cillerero (el encargado  del abastecimiento de los víveres del monasterio y de los almacenes).



Seguimos nuestro recorrido. Vemos la cilla, el almacén y bodega del monasterio (imagen 7). Es un espacio rectangular, amplio y fresco, dividido por una fila de columnas que actualmente recoge una exposición de los hermanos Bécquer. Estas columnas, antes unidas por un muro, separaban la zona de tránsito de los monjes cistercienses de la de los conversos. Sí, el monasterio contaba con monjes bernardos con su tradicional habito blanco y escapulario negro y conversos con un hábito pardo y largura hasta las rodillas para diferenciarse y favorecer sus labores manuales. Esta separación la veremos en casi todo el monasterio. 


Real Monasterio Santa María de Veruela.


Muy cerca, la cocina. En la bóveda de crucería (imagen 8) vemos la acumulación del hollín de siglos, allí también se encuentran seis vanos que evacuaban el humo si permitir la entrada del agua de la lluvia. En un lado hallo dos aberturas para pasar los alimentos, uno pequeño de la época cisterciense y otro de la jesuítica (imágenes 9 y 10). La alimentación de los monjes consistía principalmente en frutas, verduras y carne (de aves), la huerta se encuentra a escasos metros.




El contiguo refectorio es una gran sala rectangular (imagen 11). Se conjugan dos estilos, el románico inferior del XIII y la superior tardo gótica con bóveda de nervaduras estrelladas, aumento de altura y luminosidad del XVI. Presidiendo el lugar una mesa y tres sillas, lugares que ocuparían el abad, el prior y el tercero para un posible invitado lego (la orden era conocida por su hospitalidad). Al lado, adosado al muro, un púlpito (imagen 12) donde un monje leía durante las comidas.



    Pasemos al claustro. Entramos en él por un lavatorium hexagonal (imagen 13). La fuente del centro se encuentra desaparecida. En la clave de su bóveda de crucería encontramos un medallón con un caballero rodeado de escudos con las barras de la corona de Aragón (imagen 14). Esta construcción conserva las dos únicas gárgolas originales (imagen 15).





    El claustro centra el monasterio, distribuye el acceso a las distintas dependencias del mismo. Veruela se encuentra localizado en una zona fronteriza entre Castilla y Navarra. Esta ubicación acarreó serios problemas al monasterio como cuando durante la Guerra de los los Pedros, en 1356, las huestes castellanas asaltan el cenobio y arrasan el claustro románico. Una vez acabada la guerra se construirá el claustro bajo (gótico) que vemos hacia 1366. Pero también vemos otra altura, un claustro alto (imágenes 16 y 17). El claustro alto, renacentista, se construyó a mediados del siglo XVI. Tiene arcos de medio punto, decoración plateresca en yeso y adopta forma de galería.




    El claustro bajo está formado por grandes arcos apuntados en cuyo interior se abren dos nuevos arcos apuntados. En la parte superior de cada uno de los arcos encontramos óculos cegados por alabastro. Los capiteles están decorados con motivos vegetales (higuera, hiedra, vid, encina...) de la zona, se han llegado a contabilizar casi 300 especies, un auténtico jardín de piedra. Las pandas, lados, se abovedan en crucería, siendo la base de los nervios un conjunto de ménsulas esculpidas con seres míticos (Atlas sosteniendo la bóveda, imagen 18), personas... (imágenes 19 y 20) Al modo cisterciense, el claustro es el eje del monasterio. Por medio de él accedemos a las distintos espacios del mismo. Veámoslos.




    Llegamos a la sala capitular (imágenes 21 y 22). Entramos en ella a través de una bella arquería románica con arquivoltas ajedrezadas y finas columnas. En la sala se encuentran enterrados los 15 primeros abades del monasterio. En dos de las paredes se ubican las sepulturas de dos personajes, Lope Ximénez (mecenas del monasterio) y la del cardenal y abad Sancho Marcilla Muñoz, de excelente policromía. En el antepecho de entrada a la sala encontramos una piedra singular (imagen 26). Se trata de la "Piedra de Mesura", es decir, la losa que contiene las medidas oficiales para la construcción del monasterio.
  


    Junto a la sala capitular encontramos una larga y estrecha habitación, es el locutorio (imagen 27). En esta sala el abad repartía en cada jornada las tareas monásticas. Es el lugar donde no se primaba el silencio, los monjes fuera de aquí preferían en sus labores el silencio y si necesitaban comunicarse normalmente lo hacían por signos (precisamente de la vida monacal proviene el lenguaje de signos actual de los sordos). Al lado, una curiosa sala, el roncadero (imagen 28). Allí acababan los monjes con faltas o que hacían excesivo ruido en el descanso nocturno.



    Otra de las estancias es la cámara abacial (imagen 29). Se encuentra situada al lado del refectorio. Era el lugar dedicado al descanso de los monjes. También se usaba como calefactorio, pues era la única sala que contaba con chimenea. En él tímpano de la puerta de entrada vemos tallado en piedra policromada los escudos de la Corona de Aragón, el rey Martín I el Humano y la reina María de Luna.




    Antes de entrar en la iglesia conviene hacer una visita a la sacristía nueva. Se construyó en el siglo XVII, veremos espectaculares techumbres (imagen 31) y los escasos objetos que se han podido recuperar o salvar tras la desamortización. En ese mismo siglo XVII se acomete la construcción de un nuevo espacio construyéndose un total de 65 celdas individuales. Justo enfrente de la entrada a la sacristía tenemos la panda o ala de lectura (imagen 32) del claustro, en origen habría una bancada corrida en toda su longitud. Los monjes tenían la obligación de leer al menos hora y media cada día.




    A la iglesia podemos entrar por la puerta de los conversos (imagen 33), muy sobria, o por la de los monjes (imagen 34). Ésta última conserva restos de pinturas con motivos religiosos. Al pie de la puerta hallaremos aquella sepultura anónima de la que escribí al comienzo y en la que quiso estar Don Pedro de Atarés, señor de Borja (imagen 35).




 
Planta de la iglesia del monasterio.


    La iglesia del Monasterio de Veruela cuenta con tres altas naves separadas por pilares cruciformes con columnas en sus frentes que soportan arcos de medio punto. Las bóvedas son de crucería (imagen 37). Todo el conjunto impone por su armonía y espectacularidad, quizá la razón de ello es que, en su momento, se proyectó para ser panteón real. No ocurrió así. En la capilla principal (imágenes 38 y 39) vemos tres niveles. El inferior es el de unos vanos que comunican con el deambulatorio. El del medio es el de la luz que entra por unos sencillos ventanales. El tercero lo constituyen los nervios del abovedamiento de crucería. La girola te transporta al medievo. Existen cinco absidiolos o capillas (imagen 40) plenamente románicas: planta semicircular y bóveda de cuarto de esfera. Al pie de esta capilla vemos una serie de lápidas de alabastro blanco (una serie de abades) y sólo uno de alabastro negro (corresponde al noble aragonés Juan de Gerrea).





    En la nave del evangelio, el norte, encontramos un pequeño espacio, la sala de difuntos o pudridero (imagen 41). El cementerio de los monjes se encontraba en el exterior, pegado a ese mismo muro norte.

   En los paños de comunicación girola-presbiterio vemos cuatro paneles pintados en los muros (imagen 42). Las letras están pintadas en color negro separadas horizontalmente por lineas rojas. Debemos pensar que estos paños de la cabecera estarían pintados de color blanco. En uno de ellos se nos indica que la iglesia fue consagrada el 18 diciembre de 1248 por el obispo de Calahorra Acelario.

    


    Las naves terminan en un transepto, la nave trasversal. adosado a su lado norte vemos la capilla de San Bernardo, renacentista. La capilla se cubre con una bóveda nervada. Un óculo ilumina todo el transepto. En ella podemos encontrar la losa sepulcral del infante Alfonso de Aragón, primogénito del rey Jaime I el Conquistador. Al otro lado, enfrente de la anterior capilla, encontramos una impactante portada que no va nada con lo hasta hora visto. Es una portada rococó del siglo XVIII (imagen 43), decorada con niños, ángeles, músicos, en el centro la imagen de una Inmaculada. En la imagen 44, en la restitución infográfica de D. Juan José Borque, vemos como estaba la parte meridional del transepto  antes de la construcción de esta portada. En ella vemos el relox viejo y al lado de la maquinaria, la escalera de acceso al dormitorio monacal y en el centro del paño, la entrada a la sacristía. En la pared en la que estuvo la escalera podemos ver restos del hollín de los medios de iluminación nocturna de los monjes.




    En la capilla mayor se encuentra una imagen de madera policromada del siglo XV, es Nuestra Sra. de Veruela (imagen 45).

    A los pies de la iglesia, al norte, se alza la torre campanario de Santiago. Está formada por cuatro cuerpos, los dos inferiores son románicos y los dos superiores mudéjares (imagen 46). Está fechada en los siglos XVI y XVII. 



Salimos, vemos su portada. Es románica, de finales del siglo XII. Está formada por guardapolvos, imposta ajedrezada y seis arquivoltas que descansan sobre 10 columnas. Los capiteles son todos ellos con motivos vegetales o geométricos salvo tres. De los tres historiados, en uno vemos un conjunto de cinco personas, en otro dos aves enroscadas y en el tercero una serie de seres luchando entre ellos, en medio de las cabezas de estos animales sobresale una cabeza humana. Sobre la portada abajo el óculo central hay una serie de 32 arquillos sobre columnillas.






    Real Monasterio de Santa María de Veruela, un lugar que nos permite recorrer, en un sólo espacio, la evolución de los principales estilos artísticos cristianos de Edad Media.Pero también un lugar de recogimiento. El espacio en el que los hermanos Bécquer, Gustavo Adolfo y Valeriano se hospedaron varios meses durante los años 1863 y 1864.

    Aconsejo no abandonar el lugar sin acercarnos a la Cruz negra, donde el poeta se sentaba en sus gradas a la espera del periódico. También podemos llegar a la cercana ermita de la Aparecida donde se supone ocurrió el legendario episodio a Don Pedro de Atarés del que hablábamos al comienzo del texto.



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