SAN PEDRO DE LA NAVE (El Campillo. Zamora).
SAN PEDRO DE LA NAVE (El Campillo. Zamora).
El templo que vamos a visitar, construido como iglesia de un cenobio, es uno de los mejores ejemplos de arquitectura visigótica ibérica o de factura mozárabe para otros. Existen dos fechas y dos posturas en cuanto a su datación: siglo VII (antes de la conquista musulmana) o siglo IX (basándose en la documentación de una donación consecuencia de una reordenación del territorio tras la conquista de Zamora). Un análisis de C14 de las vigas originales, aunque no concluyente, se acerca a la primera posibilidad. Sin embargo, es evidente que su construcción se realizó en varias fases.
El monumento fue construido (sin argamasa) con sillares de piedra arenisca rojiza. Donde nos encontramos no es su ubicación original. En principio se encontraba en una pequeña localidad de homónimo nombre a orilla del río Esla, pero a principios del siglo XX se planteó la construcción del embalse de Ricobayo y, como consecuencia de ello, iba a ser anegado. En 1930 se trasladó piedra a piedra a su actual lugar para disfrute de todos.
La reconstrucción fue aprovechada para tratar de recuperar parte de su aspecto original, eliminando los añadidos más modernos como la espadaña que hoy vemos separada del edificio. En el esquema que sigue os muestro ambos emplazamientos.
No sé si fue por las ganas que tenía de visitar este templo, pero cruzar su umbral fue especial:
Me dirigí directamente a la cabecera, quería cruzar ese arco de herradura triunfal. El espacio más sagrado es de planta cuadrada y está iluminada por tres vanos abocinados. En la parte superior hay un cámara (podemos ver un acceso) donde se podían guardar archivos o tesoros del monasterio.
La decoración es sencilla, pero exquisita y se extiende a través de un friso a la altura de los ábacos de los capiteles y está realizada a base de motivos geométricos, líneas curvas y sencillas figuras (unos cuadrúpedos, un arquero, un jinete).
La decoración se expande sobre los arcos de los vanos.
Como escribí, un arco triunfal de herradura separa la cabecera del presbiterio (allí se encontraba el coro) y, si nos fijamos, podemos ver en la piedra las marcas de la "barra de la cortina" que separaría al sacerdote del resto de los fieles para determinados actos litúrgicos.
El arco apea en dos capiteles y sendas columnas de mármol reutilizadas de un posible yacimiento romano en las inmediaciones (todos los fustes que veremos tendrán ese origen).
Los capiteles de este arco son muy semejantes entre sí: cuatro arquillos ciegos (Jerusalén celestial) en el frontal, serpientes con racimos de uvas entre sus sinuosidades en el ábaco y en los laterales espirales, estrellas y cruces patadas.
Junto al arco, al lado izquierdo y a una altura de unos dos metros, se encuentra un especial y único elemento: un horologio. Se trata de un reloj de pies grabado en piedra. Para conocer la hora bastaba con ponerse de espaldas al sol y medir los pies que mide tu sombra. Más tarde se consultaban tablas de pies que se usaron mucho en la Baja Edad Media, en especial los monjes visigodos y mozárabes (la sombra de una persona cambia según la latitud, la hora y la época del año, al mediodía es máxima en el solsticio de invierno y mínima en el de verano. Solo habría que tabular los resultados).
Estas tablas están recogidas en algunos códices medievales. Os voy a reproducir un pequeño texto traducido del latín de un códice del siglo X que lo explica:
"Si algún curioso quiere conocer exactamente la hora, en un momento dado, mida la sombra de su cuerpo, dando la espalda al sol, en las diversas posiciones. Si el cielo está nublado, hay que escuchar atentamente al gallo, y así orarás siempre al Señor en las horas convenidas."
El horologio de S. Pedro de la Nave no está completo, tan solo se muestran enero/diciembre y febrero/noviembre. Su lectura nos indica que para enero, a las horas I y XI, la sombra mide XXVIII pies. En el exterior, camino de un pequeño centro de interpretación, encontraremos una reproducción en metal.
En cuanto a las cubiertas, la cabecera y la nave del crucero tienen bóvedas de cañón. El cimborrio existente en la intersección de la nave central con la del crucero, que tiene una ventana en cada uno de sus cuatro muros. La parte basilical de los pies también estaría completamente abovedada.
El mayor valor artístico del templo es, sin duda, los cuatro capiteles historiados del crucero. Me parecen fabulosos. Los dos más cercanos a la cabecera son muy semejantes: aves picoteando unos frutos, seguramente representando el momento eucarístico. En los laterales, motivos vegetales y expresivas caras.
Continuamos. En el lado Norte hallamos un capitel con un tema recurrente: Daniel en el foso de los leones. Para que no quede ninguna duda encima de la escena una inscripción: "VBI DANIEL MISSVS EST IN LAQUM LEONVM". El ábaco se adorna con aves rodeadas por vegetales.
En los laterales, también con su leyenda, santo Tomás y san Felipe.
Enfrente se nos muestra la escena del sacrificio de Isaac a manos de Abraham y la mano divina deteniendo el acto. La inscripción nos dice: "VBI ABRAHAM OBTVLIT ISAC FILIVM SVVM OLOCAUPSTVM DNO".
En los laterales vez están san Pedro (lleva en la mano un libro con la palabra LIBER grabada) y san Pablo.
Debemos fijarnos también en las basas en las que vemos motivos vegetales y pequeñas cabezas en las esquinas de la parte superior.
A la altura del transepto, al Norte y Sur, fueron añadidos dos pórticos que absorben parcialmente los contrafuertes.
Por último, existen dos naves añadidas a los pies que se comunican por medio de tres arcos sobre pilares (el más septentrional cegado) con la nave central y con dobles ventanas con el transepto.
La nave norte contiene un sencillo sarcófago cuyo contenido está relacionado con una leyenda que dice:
"Existía un valiente caballero, llamado Julián, aficionado a la cacería. Durante una de sus jornadas de caza acosó a un ciervo que, repentinamente, se volvió hacía él y mirándole le anunció que en un futuro asesinaría a sus propios padres. Asustado, Julián huye a tierras lejanas pasando varios años fuera, en los que gracias a su valor se convierte en un afamado caballero. Cuando decide volver, contrae matrimonio con una dama castellana llamada Basilisa.
Estando el caballero ausente de su hogar, llegan sus padres que le habían estado buscando desde su huída. Basilisa se alegró mucho al verlos y les ofreció su lecho conyugal para que descansaran. Julián regresa y queriendo dar una sorpresa a su esposa, entra en la alcoba encontrándose con dos cuerpos en la cama. Pensando que su amada le estaba siendo infiel, sin pensarlo los mata con la daga. En ese momento apareció Basilisa y Julián comprobó como la profecía del ciervo se había hecho realidad.
Desesperado y abatido regresa a su ciudad natal y decide construir un pequeño monasterio para atender a los peregrinos y a todo aquel que lo necesitara. Con su barca ayudaba a cruzar de una orilla a otra del río a quien se lo pidiese. Una tormentosa noche encontró en la orilla opuesta a un leproso, sin dudarlo, le llevó en su barca y le ofreció su casa, incluso su propia cama para que pudiera dormir. Poco después el leproso se convirtió en ángel y le anunció que su pecado estaba perdonado por la gran generosidad y bondad con la que había actuado.
La leyenda concluye narrando que el sarcófago de piedra que hay en San Pedro de la Nave guarda los cuerpos de estos dos santos barqueros."
Salimos. Rodeamos el templo buscando decoraciones, marcas de cantería, inscripciones... Por ejemplo, al NO observé una serie de mechinales que nos muestran la pista de una estancia monástica no conservada: almacén, granero...
La decoración en el exterior se limita a los pórticos, sobre todo en las impostas de los arcos de medio punto de las puertas mediante símbolos cristológicos.
Existen varias ventanas geminadas, pero solo en una de ellas (en el lado nordeste) existe restos de decoración: un racimo de uvas. Es ésta una decoración muy recurrente en el templo que podría interpretarse como una alusión a Jesús representando su cuerpo como una cepa de vid aludiendo a su sangre redamada por nosotros.
También encontramos marcas de cantería, aunque no muchas, predominando los grabados de cruces. lamentablemente también existen grafitis modernos.
Podemos finalizar la visita acercándonos al pequeño centro de interpretación que se encuentra justo al lado. En él podremos ver el proceso de traslado del monumento y unas cuantas estelas funerarias romanas que fueron colocadas en su momento como la única cimentación en la construcción del templo.
Un último detalle: me gustó la iluminación del templo utilizada, acorde con el monumento.
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