CASTILLO DE MONZÓN (Huesca).


 CASTILLO DE MONZÓN (Huesca).

 

Nos encontramos en un emblemático castillo muy ligado a la historia del Reino de Aragón y a la historia hispánica de la Orden del Temple. Se encuentra situado en la margen derecha del río Cinca sobre una colina desde la cual domina la población.



Su remoto origen debemos buscarlo en el siglo IX, cuando el actual territorio oscense estaba dominado por el islam. En un momento dado los primeros reyes de la Corona de Aragón, buscando la expansión del incipiente reino, deciden expulsar a los musulmanes de los, en otros tiempos, territorios cristianos al sur de los Pirineos. Para esta empresa es clave conquistar el hoy Monzón pues su posesión supondría cortar las comunicaciones entre dos importantes taifas, la taifa de Zaragoza en mano de los sucesores del rey Al-Muqtadir y la taifa de Lérida controlada por la dinastía Banu hud. Es más, nuestro castillo fue disputado por ambas taifas e incluso tomado en 1083 por Rodrigo Díaz de Vivar (el Cid) quien en ese momento defendía los intereses (algo frecuente en la Reconquista) de Al-Mutamán de Zaragoza.

El rey Sancho Ramírez y su hijo el infante Pedro (futuro Pedro I) conquistará la fortaleza el 24 de junio 1089, el día de san Juan. Para conmemorarlo, construiría a los pies del castillo la capilla real de S. Juan (de la que hoy quedan unos mínimos restos). Os muestro una fotografía aérea de la misma.


Una curiosidad, reinando ya Pedro I, fue tenente de la fortaleza Ramiro Sánchez de Pamplona (también conocido como Ramiro de Monzón), esposo de Cristina Díaz (hija primogénita del Cid). Entre sus muros fue custodiada durante un tiempo la espada Tizona. Recordemos que, según el Cantar del Mío Cid fue entregada por el Cid a su yerno como parte de la dote. Existe también una leyenda que une la famosa espada con el huésped más famoso de Monzón (el futuro Jaime I):

“En una ocasión Jaime se dirigía a una ermita cercana acompañado de su tutor y otros caballeros. En el camino, al lado de una fuente, encontraron a un eremita que le dijo al niño que sumergiese en las aguas de ese manantial la espada que portaban (Tizona) ya que ello le proporcionaría al futuro rey grandes éxitos en las futuras campañas militares que el futuro rey habría de emprender en su vida” Y así fue, un rey victorioso.

Pero volvamos al siglo XII. Monzón estuvo en liza unos cuantos años más. En 1126 vuelve a caer en manos musulmanas. Alfonso I el Batallador lo recuperó en 1130. Vuelve a ser conquistado por los sarracenos en 1136 dada su gran importancia estratégica. Definitivamente lo toma en 1141 Ramón Berenguer IV, prínceps de Aragón, quien sería el autor de que la fortaleza termine en poder de la Orden del Temple dos años más tarde.

En efecto, en 1143 tiene lugar la Concordia de Gerona por la cual, a cambio de renunciar a sus derechos por el testamento de El Batallador, El Temple obtuvo gran cantidad de donaciones en el Reino de Aragón, entre las que se encontraba el castillo de Monzón, pero también los de Chalamera, Mongay y Corbins (los dos últimos todavía en poder de los musulmanes (me asombra la capacidad de la Orden de adelantarse a los acontecimientos). Asimismo, a cambio de desistir a aquellos derechos, acordaron recibir el diezmo de las rentas del reino, mil sueldos anuales en Zaragoza y Huesca y un quinto del botín de las cabalgadas (todo ello sería ratificado posteriormente por el papa).  No obstante, no se constituiría la encomienda hasta años después, en 1149, una vez fuese tomada Lérida por Ramón Berenguer IV con la ayuda prestada por diez caballeros templarios.

Como casi siempre la explotación económica de la encomienda fue un éxito. Se construyeron puentes, molinos, se convirtieron tierras de secano en regadío por un mejor uso del agua. También se construyeron albergues para peregrinos del Camino de Santiago y, aprovechando el río, batanes para desarrollar una incipiente industria textil.

 Una nota significativa es que tenía ceca propia (podía emitir moneda) así como aduana que le reportaba grandes beneficios.

A partir del año 1192 la encomienda de Monzón queda totalmente formada en las tierras del río Cinca. La componían veintiocho iglesias con sus distintos lugares. A saber: Iglesia de San Juan (Monzón), Crespán (Fonz), Cofita, Ariéstolas, Castellón Ceboller (Castejón del Puente), Pomar, Estiche, Santalecina, Larroya (Santalecina), Castellflorite, Alcolea, Castaillén (Castellflorite), Sena, Sijena, Ontiñena, Torre de Cornelios (Alcolea), Chalamera, Ballobar, Ficena (Belver), Calavera (Belver), Casasnovas (Binaced), Valcarca, Ripol, Alfántega, San Esteban de Litera, Almunia de San Juan, Binahut (Castejón del Puente), Morilla y Monesma. Todas ellas dependerán de la capilla real de S. Juan nombrada anteriormente

 Los templarios ejercían la jurisdicción civil, criminal y religiosa en tales territorios.

Junto a las poblaciones arriba mencionadas, se sabe que la Orden disponía de una red de explotaciones ganaderas distribuidas por las partidas de la Armentera (Monzón), el Cascallar (Monzón), Benahut (Castejón del Puente), Torregrosa, Valonga, Alfages, Coscollola, Serralada, Conill y Casasnovas. Sabemos que la alimentación de los freires se componía fundamentalmente de cereales, aceite y vino. Pero también carne dos o tres veces a la semana que era normalmente en forma de cerdo salado. Es de resaltar la importante cabaña porcina de Monzón que se componía (documentado en su momento) de 182 cerdos.

 El buen hacer económico se vio recompensado con una centralidad administrativa. En el castillo se reunieron capítulos provinciales de la Orden, custodiaba el archivo y residía en ocasiones el maestre provincial. Allí se celebraron algunas Cortes de Aragón y también se firmó el documento que certificaba la conquista de Valencia.

A la cabeza de la encomienda se situaba el comendador, que tenía su sede en el castillo de Monzón. Era asistido por el resto de los freires, que constituían el cabildo templario. En este cabildo estaban los caballeros, los sargentos, los capellanes y los donados. Para la gestión de la encomienda, el comendador de Monzón se apoyaba en otros “subcomendadores alternos” que operaban en La Litera, La Ribera (del Cinca), Cofita o Chalamera. La ciudad de Monzón disponía de almudín, justicia (alcalde), bayle (administrador) y adenantati (concejales), todos ellos nombrados por el comendador.


Desde el punto de vista militar, Una vez asegurado por los templarios, el castillo y la encomienda, éstos fueron decisivos para muchas campañas militares. Tortosa en 1148, Fraga y Mequinenza en 1149, Miravet en 1152… todas tuvieron una activa participación de los templarios de Monzón.

Avanzando en el tiempo llegamos a 1213. El rey aragonés Pedro II se encuentra en Muret defendiendo a lo occitanos en el conflicto cátaro e intentando seguir expandiendo el reino hacia el Norte. Lo narra su hijo, Jaime I, en su Llibre dels Fets:

“Las gentes de aquellas tierras (Tolosa y Langueloc) acudieron a nuestro padre y le dijeron que podría ser señor de aquellas tierras si quería tomarlas y apoderarse de ellas”

Como bien sabemos el rey aragonés perdió la batalla y la vida en el enfrentamiento. Se acabó la pretensión de extender el reino hacia el Norte. El futuro rey Jaime I estuvo en poder de Montfort durante un año hasta que la presión de la nobleza aragonesa, su madre (María de Montpellier) y, sobre todo, el papa Inocencio III hizo que el rey niño, de seis años, retornase a tierras aragonesas.

Y fue la Orden Templaria la encargada de su seguridad y la fortaleza de Monzón, la mejor del reino, el lugar en el que estuvo Jaime al cuidado del maestre Guillem de Montrodón (compañero de armas de su padre en las Navas de Tolosa y Muret). Jaime estuvo acompañado unos años por su primo Ramón Berenguer V, conde de Provenza (en aquellos tiempos Provenza pertenecía a la Corona Aragonesa). Los dos niños, de parecida edad compartieron estudios, ocios y trabajos.

Tras un periodo turbulento, que el maestre intentó controlar, el 15 de septiembre de 1216 Guillem reunió a los caballeros más importantes del reino con el objetivo de que rindiesen vasallaje al joven rey. Ciertamente, los caballeros templarios custodiaron fielmente al joven monarca.

Jaime I abandonó Monzón con nueve años y cinco meses de edad, en junio de 1217. Salió con sus partidarios y un nutrido grupo de tropa templaria dispuesto a tomar las riendas del reino. Jaime jamás olvidó esta etapa de su vida y su educación como templario. Conservó siempre la amistad de los caballeros, les otorgó dones y recibió su ayuda en las numerosas campañas de las que fue protagonista y que llevarían a ser apodado como El Conquistador. Personalmente es el monarca aragonés que más admiro y en muchos casos lo considero un rey templario.

Veamos ahora las características del castillo ciñéndonos al periodo templario ya que el conjunto ha sufrido modificaciones posteriores por su implicación en distintos conflictos bélicos. Básicamente se trata de una muralla que rodea la planicie que alberga en su interior cinco edificios bien diferenciados. Como es habitual os propongo un plano con sus principales elementos:


El acceso al recinto templario se realiza desde el Sureste la hacemos por la típica entrada de origen musulmán: en codo, dos puertas formando un ángulo de 90º. El acceso se encuentra protegido por la Torre de Jaime I y por el ábside poligonal de la capilla. La capilla se realiza como parte integrante del sistema defensivo, como un elemento militar más, un modelo que me recuerda al hospitalario Crac de los Caballeros en la actual Siria.




El castillo, como otros muchos, cuenta con una serie de pasadizos realizados por los templarios o en épocas posteriores. Eran vías de escape o aprovisionamiento en caso de asedio o ataque. Os muestro unos accesos a ellos y un panel relacionado con todo ello.
 
    


 
La Torre del Homenaje es la construcción más antigua y con más clara influencia musulmana. Tiene planta cuadrada y cuatro pisos. Su factura no es totalmente de sillería (solamente está presente en las esquinas como refuerzo) sino que usa mampostería en forma de espiga muy similar al paramento islámico. Se encuentra comunicada con el edificio adyacente por un arco de ladrillo que alberga una canalización interna para recoger el agua de lluvia.




 Vemos ventanales en ajimez que nos recuerdan un posible pasado musulmán.
La torre se encuentra rodeada por otros cuatro edificios que forman, conjuntamente, un gran núcleo defensivo interno. Actualmente es un interesante espacio museístico pudiendo subir incluso a la terraza.
                                


     
 
La nombrada Torre de Jaime ISalvo los años que fue residencia del rey-niño era la prisión del castillo. La torre es de sillería, tiene reducidas dimensiones, planta trapezoidal, dos alturas y terraza. En la sala inferior conserva restos de pinturas góticas. La entrada no se encuentra a ras del suelo sino en alto seguramente para reforzar la defensa.
     




La puerta del templo, al oeste, se abre con un arco de medio punto con un sencillo crismón. Los novicios debían entrar sin pisar el umbral, con el pie izquierdo, en señal de humildad. Encima de la puerta, un sencillo crismón trinitario.
  



En el interior, encima de la puerta, encontramos dos interesantes ménsulas. Una representa una cabra y la otra un lobo o un león. Jesús López Peláez en su obra “Las fortalezas de Dios“ nos propone una interpretación:

“Probable alusión al comentario de Jaime I de que los templarios son corderos en el claustro y leones en la batalla”
 


 
El templo está advocado a san Nicolás y es de una sola nave y ábside poligonal al exterior y circular al interior.




La cabecera está cubierta por una bóveda de cuarto de esfera y a un lado, bajo una trampilla, se desciende a una galería subterránea de algo más de cincuenta metros de longitud y que alcanza dieciocho metros de profundidad.
 
   Vemos algunos capiteles, pocos, con una decoración principalmente geométrica.




 
Una reforma del siglo XVI unió los antiguos refectorio y sala capitular. De carácter cisterciense y bóveda de cañón apuntado seguramente se levantó sobre los cimientos de una construcción anterior. Está elaborada con sillería de arenisca. Se trata de una gran sala que nos recuerda la gran sala del casillo de Castellote en la provincia de Teruel. El sólido edificio se integra también en el sistema defensivo, podemos ver incluso salidas desde el piso superior al camino de ronda. Actualmente es un espacio que recoge actos culturales.




 En el exterior, en el grosor del muro, bajo una hornacina, se abre la boca del pozo que da al aljibe de 240.000 litros (dos canales que bajan intramuros recogen las aguas pluviales).

En un muro destaca una cegada ventana (o puerta) con un arco de medio punto que está formado por una serie de dovelas decoradas con una primorosa filigrana.
 

También podemos en ver, además de las habituales marcas de cantero, grabados pétreos como esta estela funeraria en un muro o esta uva en un sillar:

  El llamado dormitorio es nuestro último destino. Es un sobrio edificio que serviría de alojamiento a los monjes soldados, no más de cincuenta. Fue construido sobre basamentos anteriores. Al igual que la Torre de Jaime I ha perdido las plantas originales, hoy podemos ver comunicaciones internas, restos de chimeneas…Tiene dos plantas y sótano del que parte un subterráneo que comunica, dice la leyenda, con el rio Cinca. En el interior encontramos restos de murales decorativos y grafitis góticos. 





La presencia templaria en Monzón duró 160 años. Una importante presencia en la que, lentamente, fue transcurriendo el tiempo. Hasta que, en 1307, como bien sabemos, el rey Felipe IV de Francia emprende la persecución de la Orden Templaria.

A partir de este momento se produce un extenso epistolario entre el rey aragonés, Jaime II (que en un principio no estaba de acuerdo ni veía causa con tal medida), el rey francés y el papa Clemente V. Incluso el Temple de Inglaterra le exhorta a negarse y se presta a ayudarle. Al fin, Jaime II cede. Personalmente creo que influyó bastante el hecho de que, al igual que con Felipe IV, los templarios fueron habituales prestamistas de ambos (solo tres años antes el Justo pidió, solicitó, al Temple de Aragón un préstamo de diez mil marcos de plata).

 Los templarios no se rinden y se inicia el asedio y conquista de las plazas templarias. La primera en rendirse será Peñíscola, tras ella irán otras como Cantavieja y Miravet. Una curiosidad, los habitantes de las villas templarias casi en su totalidad optaron por mantenerse al lado de los templarios de forma activa o pasiva.

Monzón fue el último baluarte de la Orden en caer en Aragón. Los últimos 19 templarios, al mando de Bartolomé de Belvís, optan por encerrarse en la fortaleza y resistir. Jaime II enviará contra ellos al procurador general del reino Artal de Luna. Hubo de traer soldados y milicias concejiles de muy diversos lugares, así como máquinas de guerra de Zaragoza y Huesca. El asedio duró siete meses. El 17 de mayo se entregó la muela que era el bastión más fuerte, y el 24 de mayo de 1309, los asediados capitularon. En ellas se estipulaba lo siguiente (es interesante leerlas):

   -   Poder ir cuatro o cinco freiles ante el Papa a tratar de sus derechos.

   -   Conservar las joyas y bienes muebles.

  -  Las armas y armaduras las entregarían al rey si así lo disponía el Papa, pero si la Orden subsistiese, cada caballero del Temple recuperaría las suyas.

  - Que los templarios indicados tuviesen mulas para cabalgar y los comendadores dos hombres a su servicio.

  - Se pedía que los embajadores intercediesen ante el Papa para que se les librara del tormento.

  - Solicitaban se perdonasen a todos los seglares que habían permanecido en el castillo durante la resistencia y que pudieran recobrar sus pertenencias capturadas por los oficiales del rey.

  - Finalmente suplicaban que se les permitiese vivir en Gardeny, Barcelona, Chalamera, Ambel u otras localidades donde radicaban sus centros conventuales.

No conocemos hasta qué punto se cumplieron esas capitulaciones, aunque a tenor de lo que ocurriría después serían en muchos casos inviables.

Los asediados fueron hechos prisioneros y llevados al castillo de Belver de Cinca (las mazmorras todavía existen en el sótano de Casa Cándido) a la espera de juicio.
Finalmente, el 22 de marzo de 1312, Clemente V mediante la bula Vox in excelso abole la Orden Templaria. No obstante, algunos prelados que representaban a Jaime II sostienen que no es justa la falta de discriminación entre confesos e inocentes. Habrá una segunda bula que otorgará a los concilios provinciales (excepto a los templarios franceses) el dictaminar sobre su culpabilidad o inocencia. De esta forma el 7 de octubre de ese mismo año se celebró un concilio en la ciudad de Tarragona en el que los templarios de la Corona de Aragón fueron absueltos por no haberse encontrado en ellos ninguno de los pecados o sacrilegios atribuidos a sus congéneres franceses. De igual forma se estipuló la cantidad que debían recibir los frailes. No sabemos la de Bartolomé de Belvís (aunque estimó que como otros comendadores recibiría 3000 sueldos) pero sí la de Bernat Bellisen, 1000 sueldos, y la de los otros trece frailes restantes de Monzón, 500 sueldos.

El castillo sufrió grandes daños como consecuencia del largo asedio quedando en principio en propiedad del rey. Existe un documento que indica que “hay que obrar y reedificar el castillo y contorno, y que los gastos deberían pagarse con las rentas que se sacaban de la antigua castellanía, a razón de cada tres años tres mil escudos de Jaca”
En julio de 1315, Jaime II confirmó la concesión de los territorios de Monzón al monasterio de Poblet. Sin embargo, cambio de opinión y, quizá pensando en una futura ayuda de otros caballeros (los Hospitalarios) en otras guerras dejó a éstos como herederos de la antigua encomienda templaria con todas sus riquezas, aunque parece ser que se guardó algunas de ellas. Un apunte, en la Corona de Aragón Jaime II para limitar las posesiones y poder de los hospitalarios crea en 1317 la Orden de Montesa con muchas de las posesiones templarias de Valencia.

Los Hermanos nunca renunciaron a su vocación templaria, muchos de ellos siguieron firmando siempre como miles quodam Militiae Templi (soldado del Templo).

Transcurre el tiempo y el castillo de Monzón pierde paulatinamente importancia e interés, aunque la fortaleza siguió manteniendo guarniciones hasta el siglo XIX. En el transcurso de este tempo se modificó adaptándose al cada vez más uso de la artillería preparando las murallas y defensas para ello. Su aspecto exterior definitivo es del siglo XVIII. Durante la Guerra de la Independencia, en 1809, el mariscal Suchet toma el castillo. Tras cuatro años de guerra las tropas españolas inician el asedio. La táctica utilizada fue, entre otras, la excavación de galerías en las rocas que sustentaban la base de la muralla. Lo conquistaran en 1815, con la caída de Lérida.




Durante la Guerra Civil española los milicianos usaran el castillo como almacén y como refugio antiaéreo. Para ello usarán las galerías excavadas en la roca en el pasado. Por ejemplo, usaron las caballerizas realizadas en época medieval que, por cierto, cuentan con otro aljibe en su interior cuyo panel también os muestro:
 
     



Acabaré con una leyenda relacionada con su último comendador, fray Bartolomé de Belvís:

“Algunas noches de finales de mayo aparece este comendador en forma de una figura blanca con el rostro ensangrentado, gritando y dando fuertes golpes en las paredes. Es su propuesta  Es su protesta por la injusta disolución de la Orden del Temple y por la terrible represión que le siguió.

El Castillo de Monzón, un lugar con más de mil doscientos años de Historia, de ellos 166 relacionados con la Orden de los Pobres Compañeros de Cristo y del Templo de Salomón. Un lugar, un territorio, con profundas raíces templarias. Y no solo Monzón. Chalamera, Cofita…son otros enclaves cercanos por visitar. Si os decidís a venir, bienvenidos seáis.
 
 
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