MONASTERIO DE YUSO (La Rioja).


MONASTERIO DE YUSO (La Rioja).


Comienzo recordando la leyenda del origen de este monasterio. En 1053 se quisieron trasladar los restos de S. Millán desde el cercano monasterio de Suso de Sta. María la Real de Nájera. Al llegar donde nos encontramos los bueyes que lo llevaban se paran, no quieren avanzar ni retroceder, por lo que el rey D. García desiste de su pretensión y al poco decide comenzar a construir este monasterio. Al principio convivieron ambos monasterios, pero hacia el 1100 Suso paso a depender de Yuso. De este monasterio románico apenas queda nada pues se destruyó para construir el que vemos.

Este monasterio tuvo una gran importancia entre las casas benedictinas, aunque la comunidad fue perdiendo miembros paulatinamente. La mayor parte de las construcciones que vemos se construyeron entre los siglos XVI y XVIII por lo que predominan los estilos barroco y renacentista. El lugar sufrió los efectos de la Guerra de la Independencia y fue suprimido con la Desamortización de 1835. Desde el último cuarto del siglo XIX tiene una comunidad de frailes agustinos recoletos.




La parte más antigua del enclave es el claustro, empezado en 1549 y la iglesia, de la primera mitad del siglo XVI, pero que fue reconstruida más adelante. Actualmente el monasterio cuenta con una hostería.

 


Una vez pasada la recepción de visitantes comenzamos nuestro periplo por un patio en el que se encuentran la portada de la iglesia y la del cenobio. En  esta última podemos ver un S. Millán a caballo en una lucha con los musulmanes que es una réplica del cuadro existente en el altar mayor de la iglesia.




Bien, cruzo la puerta y tras pasar el zaguán llego al Salón de los Reyes llamada así por los cuatro lienzos de los cuatro reyes benefactores del monasterio. A la derecha se encuentra la Escalera Real enmarcada por los escudos de Castilla y de la Abadía.

En la sala una vitrina acoge unos facsímiles de unos textos que fueron una de las causas para hacer a los Monasterios de Suso y Yuso Patrimonio de la Humanidad en 1997.




Efectivamente, podemos ver una reproducción del códice 60 y del folio 72 en el que están escritas las Glosas Emilianenses, es decir, las primeras palabras del español escritas, su cuna. y no sólo del español, también se recogen las primeras del euskera posiblemente debido a un monje de origen vasco del siglo X.




Pasamos al claustro a través de una puerta situada en el ángulo noroeste. El claustro procesional fue construido hacia XVI  en estilo gótico/tardío - renacentista. Tiene dos plantas, la superior cerrada y de construcción posterior. Las bóvedas de crucería del inferior están decoradas con medallones con motivos florales o personajes bíblicos. 




Es un claustro inacabado, no cuenta con tracerías y mayoría de las hornacinas están vacías. Durante la construcción se cayó el muro norte por las corrientes subterráneas por lo que el dinero destinado a la decoración se destinó a la reconstrucción de este. Únicamente vemos imágenes en la panda oeste, podemos encontrar a S. Millán, S. Felices y otros personajes benedictinos entre los que se encuentra el fundador de la Orden: S. Benito.

Destaca la puerta plateresca que da entrada a la iglesia en cuya parte superior vemos a quien ostenta la titularidad del templo: Nuestra Señora de la Asunción. Fue y sigue siéndolo la iglesia parroquial de la localidad, aunque hoy se usa muy poco.




La iglesia cuenta con tres naves. Me dirijo en primer lugar a sus pies. El templo tenía un doble uso. Por un lado, era la iglesia monástica que abarcaba desde el coro a la cabecera. El pueblo usaba desde la puerta hasta el trascoro, donde nos encontramos.

Encima de la puerta de entrada tenemos el Coro Alto bajo una cúpula estrellada.




El trascoro es a la vez el retablo parroquial. Los altares laterales están decorados con discípulos de San Millán en el monasterio de Suso. Todas ellas tienen tres características: están ataviadas con el hábito benedictino, los ojos son de vidrio y las pestañas son de pelo natural humano. En cuanto a los nombres además de S. Felices (su maestro) y S. Braulio (su biógrafo) podemos encontrar a S. Citonato, S. Sofronio o Sta. Potamia.




En la parte central de trascoro hay una gran puerta de doble hoja. Fue colocada en el siglo XVIII sustituyendo a una reja del siglo anterior. El porqué, evitar las corrientes de aire y dar privacidad a los monjes.




Y delante del mismo un pequeño cementerio, cada tres losas, una tumba. es el cementerio del monasterio. Estuvo en uso hasta principios del s. XVIII que empezó a sepultarse en el exterior.

En esta zona hay un muy interesante pulpito de la escuela de Berruguete en madera de nogal negro con figuras de los cuatro evangelistas.




Atravesamos la puerta, pasamos al Coro Bajo. Aunque no lo parezca la capacidad de ambos coros es la misma. Como siempre, en medio, un facistol donde se colocaría los grandes libros que veremos luego.

Llegamos al Altar Mayor donde vemos un gran cuadro que representa a un San Millán a caballo luchando contra los musulmanes en la batalla de Hacinas. 

Muy cerca tiene lugar un fenómeno lumínico. Tiene lugar en dos ocasiones al año, en los equinoccios, el 21 de marzo y el 21 de septiembre, sobre las seis de la tarde. En este momento los rayos solares atraviesan el rosetón de la portada, pasan por el círculo que corona el trascoro y marcan un punto en el cuerpo central de la iglesia. Este punto es el centro geométrico del templo y por el mismo podemos marcar perfectamente los puntos cardinales.




Salimos de la iglesia y nos encaminamos hacia la sacristía. Es una de las más bellas que he visto. Está dedicada a la Virgen (en este caso a Ntra. Sra. Reina de los Ángeles) siguiendo la norma benedictina de nominar los espacios principales a ella. En origen fue la sala capitular del monasterio comenzando a usarse como sacristía a finales del s. XVII.




El retablo es barroco. Los frescos fueron pintados en el siglo XVIII y lo más sorprendente es que no han sido restaurados, son sus colores originales. Ello es debido al suelo que es de alabastro blanco (yeso) que absorbe la humedad y regula la temperatura. Todas las pinturas están dedicadas a la Virgen. En las esquinas de la sala están representados cuatro doctores, santos, marianos: san Ildefonso, san Anselmo, san Ruperto y san Bernardo. E, incluso en los arcos que cruzan la sala hay representaciones de las cuatro estaciones.




La cajonería es de nogal y también es la primitiva. Encima de ellas, en las paredes están adornadas con doce cuadros que no son ni lienzos ni tablas. La base es una lámina de cobre. La técnica es compleja: se aplica al metal ajo, huevo, cola de conejo... y sobre ello se fija la pintura. Fueron realizados en el siglo XVII y, hoy en día, no han sido restaurados.





Volvemos al Salón de los Reyes y, subiendo los gastados peldaños la Escalera Real,  llegamos al claustro alto de estilo neoclasicista. Destacan una serie de cuadros en los que se ven distintos milagros de san Millán según su biógrafo S. Braulio. 




 Continuamos con la Sala de los Cantorales. Ahí se recogen los grandes libros que se colocaban en el facistol del coro. Son grandes libros de 40-60 kilos realizados a mano en pergamino de vaca. Contienen la colección completa de todos los cantos que la comunidad monástica reza durante todo el año. 

La pequeña sala cuenta con varias medidas para proteger los volúmenes, todas ellas de su época de construcción. La primera es su suelo, como en la sacristía, de alabastro que absorbe la humedad. El lugar también cuenta con una ventilación continua con unos respiraderos en la pared y una cámara de aire en la parte posterior y, por último, la temperatura que se mantiene baja por su comunicación con la iglesia.





Solo nos queda por visitar el llamado Oratorio de S. Millán. Se trata de una sala en la que se guardan dos arquetas con los restos de S. Millán y S. Felices.




Tras el intento del traslado de los restos de S. Millán de Suso a Nájera el rey manda construir un relicario para guardar sus restos. Es una arqueta de madera decorada con  oro, plata, piedras preciosas y 39 tarjetas de marfil que recogen vida y milagros del santo. Está pieza permanece inalterada desde el siglo XI hasta 1809.

Al otro lado tenemos otro relicario con parte de los restos de san Felices. la arqueta original correspondería al siglo XII y la temática de las tarjetas desaparecidas corresponderían a escenas más generales como la Ultima Cena o la Entrada en Jerusalén.




En ese 1809 las tropas francesas, como en muchísimos otros lugares de España, expolian el monasterio y se llevan el oro, la plata y las piedras. Y de las treinta y nueve tarjetas hoy tenemos solo dieciséis que están recogidas en un nuevo relicario (en plata dorada) que fue realizado en los años cuarenta del pasado siglo. También se realizaron grabados en los lugares donde estaban las tarjetas hoy desaparecidas reproduciendo su dibujo.




En la tapa de esta última arqueta vemos unas piedras. Me fijo en tres de cristal de roca. Me cuentan que son piezas de un ajedrez árabe: la grande, un alfiz y las pequeñas, dos peones. La explicación que se me dio es que el ajedrez era un juego de la nobleza y de esta forma se quiso dar distinción al maestro de san Millán. 




San Millan de la Cogolla, una localidad con dos monasterios que son cuna del castellano y, también, del euskera.





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