MONASTERIO DE SUSO (La Rioja).

 

MONASTERIO DE SUSO (La Rioja). 


En la villa riojana de San Millán de la Cogolla encontramos dos interesantes monasterios que son Patrimonio de la Humanidad desde 1997. Hoy visitaremos el llamado de Suso (esta palabra procede del término en latín susum que significa arriba) en contraposición al de Yuso (abajo), monasterio que veremos la próxima semana.

El origen del enclave se remonta al siglo VI cuando al pastor Millán en un sueño se le aparece un ángel que le dice que debe abandonar la vida que lleva y dedicarse a Dios. Millán se retira al lugar en el que nos encontramos a vivir como eremita junto a su maestro S. Félix. Su fama de caridad y milagros hace que cuando muere un grupo de discípulos excaven una cueva para vivir y usaran la de Millán como oratorio y otra aledaña como pequeña iglesia rupestre.




El cenobio original se fue ampliando en siglos posteriores, hasta el XI, de tal manera que en el templo se unen los estilos visigótico, mozárabe y románico. Lo único que hoy nos queda del monasterio es también lo más importante, su iglesia. La veremos por partes, pero para que os hagáis una idea os muestro un esquema del conjunto:




Para llegar al atrio mozárabe construido en el siglo X deberemos atravesar un arco mozárabe. El pavimento (que es el original) está realizado con cantos rodados. Al pie de la entrada vemos dos patrones: por un lado, dos discos solares en los extremos y un trébol de cuatro hojas (bastante desgastado) en el centro.



Ya en el atrio vemos una serie de sepulcros: siete a la izquierda, tres a la derecha y al fondo, entre ellos, un último más. Vamos a verlos despacio.




Los siete sepulcros corresponden a los siete infantes de Lara. Recordemos su leyenda, su romance del siglo XI:

"Gonzalo Gústioz, Señor de Salas, estaba casado con doña Sancha, con quien tuvo siete hijos: los Infantes de Lara. En la celebración de las bodas entre Rodrigo Velázquez, hermano de doña Sancha y doña Lambra, se enfrentaron los familiares de la novia con los infantes de Lara. Durante ese enfrentamiento murió un primo de doña Lambra, a manos de Gonzalo González, el menor de los Siete Infantes de Lara. Gracias a la intervención del Conde de Castilla y Gonzalo Gústioz, los acontecimientos no llegaron a más.

Estos sucesos provocaron la sed de venganza de doña Lambra. Por ello, su marido urdió un plan por el que Gonzalo fue enviado a Córdoba para entregarle una carta escrita en árabe a Almanzor, en la que se rogaba a éste que el portador fuese asesinado. Sin embargo, Almanzor se apiadó de Gonzalo y se limitó a retenerlo. 

A su vez, los siete hermanos de Lara habían sido dirigidos hacia una emboscada ante tropas musulmanas. Nuño Salido, su tutor, se enteró de la felonía de Ruy Velázquez e intentó avisar a los Infantes, pero finalmente fue asesinado junto a ellos. En la batalla los Siete Infantes fueron decapitados y sus cabezas remitidas a Córdoba por órdenes de su tío, Ruy Velázquez.

Hubo un tiempo en el que los monasterios de San Millán de la Cogolla y San Pedro de Arlanza disputaban la tenencia de dichas sepulturas. Al fin, en el siglo XVI el abad del monasterio riojano, fray Plácido de Alegría, abrió los 7 sarcófagos y certificó su autenticidad, al encontrar siete cadáveres descabezados. Son los sepulcros que vemos. Dice la tradición que las cabezas están en la iglesia de Santa María de Salas de los Infantes (Burgos)

El sepulcro del centro (original del siglo IV) fue usado para enterrar en él a Nuño Salido, el tutor de los infantes, que también fue muerto.




Al otro lado hay otros tres sencillos sepulcros. Una inscripción en la piedra del s. XIII nos indica a quienes pertenecen: Toda, Ximena y Elvira, reinas de reino de Nájera-Pamplona.




En el muro vemos abundantes grafitos medievales, algunos de ellos remarcados. La guía que me lo enseñó me dijo que hay cientos en todo el edificio y de todo tipo: figuras humanas, animales, aperos de labranza, castillos, cruces, estrellas de todo tipo...




Accedemos a la iglesia por una puerta de herradura. Me llaman la atención dos capiteles de alabastro con motivos vegetales y geométricos.




En primer lugar, me dirijo a la parte más antigua del monasterio que son las cuevas. Es a partir de estas tres cuevas donde se origina todo.





La cueva más interesante es la que en su momento fue el oratorio del santo y el lugar donde vivió los últimos años de su vida y donde es enterrado en 574 (se dice que murió a los 101 años). Recordemos que fue santificado en el año 1030. En este lugar es donde el santo celebraba sus misas y donde estuvieron sus restos desde su muerte hasta el siglo XII.

A la izquierda encontramos un cenotafio del santo del s. XII realizado en alabastro negro. Podemos ver la figura yacente del santo con ropas sacerdotales y cruz florenzada en el pecho. Supongo que las escenas que vemos son milagros de su vida. Se apoya en seis ménsulas. Debajo de él es donde estuvo enterrado san Millán.

En este momento es quizá cuando debo comentar la leyenda del traslado de los restos de S. Millán. Estamos en el siglo XII, el rey D. García acaba de construir el monasterio de Sta. M.ª la Real en la capital del reino, Nájera. Quiere llevar allí las reliquias del santo por su gran fama. Una carreta de bueyes lleva los restos, pero cuando llegan al valle los animales se paran, no hay forma de hacerlos andar o retroceder. Los lugareños interpretan el hecho como un milagro, san Millán no quiere abandonar esos lugares. El rey desiste de su empeño, se comienza a erigir en ese lugar un nuevo monasterio (será el de Yuso) y, para recordar que los restos procedían de Suso, se mandan hacer el cenotafio que he visto.




Pero, volvamos a la cueva, a la derecha hay tres oquedades enmarcadas por arcos de medio punto. Se supone que son el altar y el sagrario de S. Millán. Hay autores que lo consideran el altar más antiguo de España. También podemos ver capiteles con motivos, otra vez, vegetales y geométricos.




A la izquierda de esta cueva tenemos otra oquedad, es la Cueva de la Cuaresma. Es en ella donde anualmente el santo se retiraba cuarenta días a hacer penitencia, lo hacía en este lugar que estaba cerrado. Mientras tanto los peregrinos seguían llegando para verlo. De vez en cuando salía de su retiro y lo indicaba pasando su bastón por la ventana que da al oratorio donde si podían entrar los devotos para indicarles que estaba disponible. 

San Millán muere y es canonizado. A partir del siglo X los nobles comienzan a pagar para que sean enterrados cerca de sus restos del santo (y cuanto más cerca están más debieron de pagar). Por eso encontramos tantos restos de tumbas y sepulcros dentro de la cueva.




La tercera cueva original se encuentra a la derecha del oratorio. Esta cueva fue utilizada como cabecera para una iglesia rupestre del siglo VI. Su orientación era de norte a sur. El osario que actualmente vemos se realizó hace unos 50 años cuando se realizaron numerosas excavaciones para estudiar el lugar y se encontraron multitud de huesos. Los huesos del osario están datados en ese mismo siglo VI, posiblemente son de peregrinos.




En el siglo X llega el estilo mozárabe. La iglesia visigótica se cubre, eleva y amplia con el nuevo estilo: arcos de herradura, cúpulas califales... También se realiza la triple arcada del centro que llega hasta la Cueva de la Cuaresma nombrada anteriormente.




En este momento todas las paredes están pintadas con tonos verdes y azules. De esta decoración queda muy poco actualmente debido a que Almanzor cuando llega a este monasterio lo manda quemar. Apenas queda nada de esta pintura:




Seguimos avanzando y descubriendo, llegamos al románico. Siglo XII. Llega la orden benedictina que se ocupará del lugar. La iglesia se vuelve a ampliar, aparecen arcos de medio punto, nuevas naves y se cambia la orientación siendo en esta ocasión oeste-este usando la iglesia rupestre como cabecera. Como curiosidad, podemos ver una réplica del retablo existente en este momento.

En este período hay importantes ampliaciones y reformas. Se construye un segundo piso, una sacristía tras la cabecera de la iglesia... Y, encima seguramente del atrio, el Scriptorium de suma importancia en este monasterio pues nos encontramos en la cuna del castellano (os lo comentaré la próxima semana). 

Los monjes benedictinos abandonarán en la Desamortización de 1835 quedando el lugar abandonado.




En una pared vemos una zona con azulejos y una pequeña reja. Tras ella podemos ver los restos de un madero. Es el protagonista de un milagro:

"Unos obreros cortaron un madero demasiado corto para un granero que estaban construyendo. El santo lo hizo crecer para que no perdieran el salario. A partir de ese momento la madera también sanaba a quienes lo veneraban"




Antes de tomar el autobús que nos llevará al Monasterio de Yuso, vuelvo la vista para observar la torre mudéjar de planta cuadrada que se construyó sobre la nave visigoda. Observo también los canecillos de un sencillo pergamino unos o con un apéndice otros.




Continúo el viaje, como decía mi siguiente destino es el Yuso (el monasterio de abajo), pero eso es otra historia, será otra entrada en el blog.






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