MONASTERIO DE SANTA MARÍA DE HUERTA (Soria).
MONASTERIO DE SANTA MARÍA DE HUERTA (Soria).
Los fundadores de este monasterio cisterciense provienen de la desaparecida villa de Cántavos en donde tenían un pequeño cenobio. El emperador Alfonso VII de Castilla autoriza y confirma la fundación de nuestro monasterio de Huerta en los últimos días de enero de 1151. El primer abad elegido es Martín de Finojosa que consolidará la comunidad y comenzará la construcción del monasterio, en plena frontera entre los reinos de Aragón y Castilla, protegiéndose con una muralla de poco más de un kilómetro y que ha sido rehabilitada y modificada a lo largo de los siglos.
Se erigirá siguiendo la solidez del románico para continuar con la esbeltez del gótico. Sus primitivos espacios, de piedra desnuda y armónicos se levantaron entorno al claustro. El siglo de oro del monasterio se produce cuando entra en la Congregación de Castilla en 1498 y abarca los siglos XVI y XVII. De este momento son el claustro alto plateresco y el claustro herreriano, la biblioteca, el coro de nogal, el órgano...
La desamortización de 1835 trajo consigo la exclaustración del lugar. El monasterio fue subastado pasando a manos de particulares. Sin embargo, en 1922, los descendientes de los primeros compradores lo donan de nuevo a una orden del Cister de Cantabria. En el año 1930 regresaron los monjes. Actualmente nos encontramos con una comunidad viva formada por una veintena de monjes que cuenta también con una hospedería monástica.
No nos es permitido visitar la parte alta del monasterio pues es donde vive actualmente la comunidad de Monjes Cistercienses en estricta clausura. Veremos su planta baja que acoge sus elementos más antiguas y, quizá, más interesantes. A continuación, os muestro la planta del monasterio en aquellos siglos XII y XIII...
... y del monasterio en la actualidad.
Comenzaremos nuestro recorrido por la iglesia que fue comenzada a construir en el último cuarto del siglo XII siguiendo el modelo cisterciense. Destaca por su grandiosidad, austeridad y la importancia dada a la luz, pero luz blanca pura, sin la artificiosidad, el color y la opulencia del gótico.
Tiene planta de cruz latina, de tres naves y un gran crucero al que se abre la capilla principal y dos capillas dobles laterales. Siguiendo el modelo posee planta de cruz latina de tres naves y cinco cuerpos. Cada tramo de la nave central está cubierto por bóvedas de crucería y las laterales con bóvedas de arista.
En el lado norte del transepto se encuentra la sacristía del siglo XVII que ocupa el antiguo capítulo del XII.
En la cabecera el ábside central está cubierto por un retablo barroco dedicado a la Virgen de la Asunción, sus muros tienen murales pictóricos relativos a la batalla de las Navas de Tolosa y su bóveda de crucería está decorada con los cuatro Evangelistas.
En una de las capillas laterales podemos ver restos de pintura románica. En el transepto, en el lado del Evangelio, las escaleras que permitirían el acceso directo a la iglesia de los monjes desde el dormitorio para los maitines.
A los pies del templo hallamos un coro alto de madera de nogal del siglo XVI y un órgano del XVII. A destacar también la reja que delimita el sotocoro. En lugar preferente (lo veremos más veces) un jarrón con azucenas símbolo de pureza relacionado con la Virgen.
Salimos de la iglesia por la puerta de los monjes en dirección al claustro gótico del siglo XIII alrededor del cual los monjes realizaban su vida.
Junto a la puerta que hemos utilizado existen dos cámaras funerarias vacias que guardan alguna policromía.
En la panda del capítulo queda muy poco de la antigua sala capitular por las reformas posteriores. Conserva la entrada y los ventanales laterales, aunque ambos están cegados. La antigua puerta de acceso está presidida por una imagen gótica de la Virgen y el Niño.
En la esquina norte, se encontraba el calefactorium que era la estancia que calentaba a los monjes en los fríos días de invierno. Actualmente es la llamada Escalera Real.
A su lado se encuentra la joya del monasterio, el refectorio del siglo XIII. Es una gran sala rectangular que sorprende por su gran luminosidad proporcionada por grandes ventanales apuntados.
Seguramente tuvo dos fases constructivas perteneciendo a la segunda las extraordinarias bóvedas sexpartitas cuyos nervios surgen de columnas truncadas (característica cisterciense) por encima del primer piso.
Otro elemento admirado y característico de esta sala es su púlpito del lector y su escalera embebida en el muro (vimos un púlpito semejante en el Monasterio de Rueda).
Como no podría ser de otra forma, adyacente al refectorio se encuentra la cocina de planta cuadrada. Cuenta con ventanales en los muros y bóvedas de crucería. En el centro se encuentra una monumental chimenea que tiene forma de templete abierto a los cuatro lados mediante arcos ojivales.
Avanzando, en el entreclaustro, llegamos a la zona de los conversos y al Domus Conversorum que era el refectorio de los conversos o legos.
Los conversos o legos eran un cuerpo religioso bajo disciplina monástica. Se encarga de cubrir la necesidad de mano de obra de las abadías en tareas agrícolas, granjas y mantenimiento de los edificios para permitir a los monjes centrarse en sus actividades espirituales y litúrgicas. Debían hacer un año de noviciado en el que eran preparados para sus futuras obligaciones y para respetar la disciplina monástica. Una vez superado el noviciado hacían los votos prometiendo obediencia al abad. Vestían de marrón para diferenciarlos de los monjes y el era habitual el uso de barba (pues no se les obligaba a afeitarse a diario). Sobre ellos y el trato del resto de los monjes a ellos dice el cisterciense Exordium Parvum:
“en vida y muerte como a sí mismos, excepto en los derechos reservados a los monjes del coro”.
Bien, volvamos a la sala que nos ocupa que personalmente es de las que más me gustó. Románica, es una de las partes más antiguas (siglo XII) del cenobio junto con la cilla. La planta se divide en dos naves separadas por cinco columnas centrales. Los tramos están cubiertos con bóvedas de crucería que se apoyan en ménsulas de rollos directamente sobre los muros laterales o las gruesas columnas. Los capiteles tienen adornos de bolas y piñas.
Otro elemento es la cilla o almacén del siglo XII, también en estilo románico. Posiblemente es el elemento más antiguo del monasterio. Cuenta con un total de cinco arcos de diafragma y se protege con una cubierta de madera. Actualmente es la sala donde se proyecta un audiovisual que nos introduce y lleva al mundo cisterciense.
El último elemento es un segundo claustro (herreriano) de finales del siglo XVI y principios del XVII. Hoy por hoy la residencia actual de los monjes. En su centro se encuentran las estatuas de Don Rodrigo Jiménez de
Rada y San Martín de Finojosa cuyos restos reposan en la iglesia. Aquí se encuentra la pequeña hospedería del monasterio y es también aquí donde hubo habitaciones para los peregrinos del Camino de Santiago.
Abandono el hospital con un sabor agridulce. Dulce por ver de nuevo estas maravillosas piedras y amargo pues recuerdo mi primera visita (hace más de treinta años) y añoro ver el coro de madera, los segundos pisos de los claustros, la biblioteca... todo ello acompañado de un locuaz y simpático monje (ahora la visita es autoguiada).
Un consejo, no dejéis de pasar por la tienda, venden unos excelentes productos gastrónomicos de elaboración propia.
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