CASTILLO DE UCERO (SORIA).

 CASTILLO DE UCERO (SORIA).


Hace unas semanas escribía sobre la ermita de san Bartolomé en el Cañón del río Lobos (Soria). Hoy volvemos a esa zona, visitaremos el cercano castillo de Ucero. Este castillo se encontraba en ruina progresiva hasta que, por fin,  fue consolidada hace seis o siete años.


Se piensa que el origen del castillo estaría en el enfrentamiento habido entre la hija de Alfonso VI, Doña Urraca, a la muerte de éste en 1072 , y el rey aragonés Alfonso I (que, por otra parte, habría sido marido de la misma). Partidarios de Urraca controlaban parte de la actual Soria mientras que El Batallador dominaba la ciudad de Osma y Ucero.

El castillo estuvo vinculado a la ermita de San Bartolomé y su extinguido convento de San Juan de Otero, ambos de origen templario. De igual manera se cree que el castillo fue un asentamiento templario desde Alfonso I, el Batallador.

La fortaleza contó con varios señores siendo el primero de ellos, según Alejandro Aylagas, Juan González de Uzero en 1212. Villa y castillo serán comprados por una simbólica cantidad en 1302 por el obispo de Osma Juan Ascarón. En el siglo XV el obispo Pedro de Montoya lo acondiciona y reconstruye llegando a ser en un momento cárcel de clérigos.

En 1668 un incendio arrasó el castillo y fue la causa de su abandono. Ello llevó a que fuera usado como cantera reutilizándose sus sillares para la nueva iglesia parroquial y para las viviendas de los vecinos.

A continuación os muestro el plano del castillo, sus maneras de acceso y los principales elementos defensivos del mismo.

 


Como vemos el castillo tenía un triple recinto amurallado que le proporcionaba una gran resistencia en caso de ataque y de asedio.




Completaba la defensa una barrera que llegaba hasta una ermita o pequeña iglesia románica de gruesos muros de mampostería. Algún autor sostiene que serían los restos del convento templario de san Juan de Otero mientras que otros sostienen que este convento estaría junto a la actual ermita de san Bartolomé en el cañón.




El acceso se realizaba por un conjunto de rampas dispuestas para la defensa, que acabarían en un puente levadizo del que no queda nada salvo su ubicación. En el siglo XVI el prelado Honorato Juan (que sería preceptor de Felipe II y también de su hijo Carlos V) hizo colocar su escudo sobre la puerta de acceso, que todavía podemos ver.





Ya en el interior vemos una muralla interna en el lado este y restos, junto a la torre del homenaje, de un aljibe abovedado.




Llegamos a la torre del homenaje, la parte mejor conservada del recinto. Está construida en mampostería con sillares en las esquinas.



En la parte superior encontramos hileras de ménsulas que soportaban el desaparecido almenado o los matacanes y también unas gárgolas. Una de ellas parece un águila que agarra una persona que a su vez sostiene un libro. Por debajo un ajimez con dos ventanas de arcos ligeramente apuntados y encima de ella una moldura con puntas de diamante y dos pequeñas cabezas humanas.


El interior de la torre entramos por un hueco abierto en una pared lateral, originalmente se entraría seguramente por una estructura de madera al primer piso. De igual manera la torre estaría dividida en varias alturas por pisos de madera. El acceso a la torre se haría por un piso elevado y mediante una estructura de madera que se podría retraer. La cubierta la constituye una sencilla bóveda de crucería.



En las esquinas de esta cubierta, soportando los nervios, unas interesantes ménsulas esculpidas. Se ha especulado que podría corresponder a los cuatro evangelistas, pero no es así. Os muestro unas interesantes fotografías que corresponden a la página web de arteguías.




El patio de armas presenta un aspecto desolador, lleno de maleza y vegetación. Antes se salir me acerque al NE donde se encuentran los restos de un cubo vigía que cumpliría estas labores de vigilancia en el lado opuesto de la torre del homenaje. Podemos ver perfectamente sus aspilleras. 


Salimos al exterior. Normalmente los castillos contaban con túneles subterráneos que los comunicaban con, generalmente, los cercanos ríos para abastecerse en caso de asedio. En nuestro caso podremos encontrar una entrada de un túnel con un pasadizo de poco más de veinte metros.



Abandonamos ya el lugar, pero no sin antes observar la situación del mismo, en un promontorio, en un bello paraje y custodiando la entrada al Cañón del río Lobos que tan extraordinaria importancia tendría para nuestra Orden del Temple.



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