SANTA MARÍA DE LEBEÑA (Cantabria).
Nos encontramos en un singular templo en un lugar único, en pleno desfiladero de la Hermida. La iglesia que vamos a visitar tiene un origen muy especial, siglos de historia, reformas increíbles y bellas leyendas. Su advocación completa también es particular: santa María, san Salvador, san Román, santa Prisca y santas Justas y Rufina. Casi nada.
El templo es uno de los más antiguos de Cantabria y, pienso, de visita ineludible. Es un gran ejemplo de arquitectura mozárabe con reformas y añadidos posteriores. Su planta es de cruz griega inscrita en un rectángulo, casi un cuadrado. Posee tres naves, la central un poco más larga, y tres ábsides planos al exterior. Está construida en mampostería con grandes sillares en las esquinas.
"En nombre de Dios. Sea notorio y manifiesto que yo el conde Alfonso y mi esposa, la condesa Justa, edificamos la iglesia de Santa María de Lebeña para trasladar el cuerpo de Santo Toribio a ella y mis siervos lo tomen y entierren, y como lo hubiesen tomado para enterrar, fui castigado por el juicio divino y quedé ciego hasta el presente, y mis soldados, que eran inocentes, al empezar a cavar con azadas quedaron también ciegos. Entonces ofrecí mi cuerpo y todo cuanto tengo en Liébana a Santo Toribio y a ti, abad Opila, y a los clérigos que allí sirven a Dios..."
Como vemos parece ser que la iniciativa corrió a cargo de los nombrados condes con la intención de recoger allí los restos de S. Toribio que se encontraban en el cercano monasterio de S. Martín de Turieno (hoy Santo Toribio de Liébana). Según se cuenta, tal decisión no fue del agrado del santo desistiendo de ello y entregando numerosos bienes al nombrado monasterio.
Flanqueando el templo existían, existen, dos singulares y milenarios árboles. Uno de ellos es un tejo, (derecha en la foto) importante árbol para las antiguas civilizaciones cántabras. El tejo para algunas culturas es un árbol sagrado, seguramente debido a la su gran longevidad lo consideraban inmortal, los druidas lo empleaban habitualmente. Seguramente, a su sombra, se harían reuniones y se tomarían importantes decisiones. Lamentablemente en 2007 una fuerte tormenta provocó que el árbol cayera y no lo podemos ver en todo su esplendor. Sin embargo, lo que si vemos es un pequeño tejo. Cuando el primitivo cayó se cogieron unos esquejes, se recuperaron y a los diez años, en 2017, se replantaron en el lugar original. Me parece una muy bonita iniciativa.
El otro árbol es un olivo (fotografía de la izquierda). También existe una leyenda relacionada con él:
"Cuando se terminó la iglesia, Don Alfonso la consagró al tejo, como reminiscencia del pasado y muestra del sincretismo latente en la sociedad. Don Alfonso se había casado con Doña Justa, una noble del sur de la península, que se sentía sola y alejada del sol y de su tierra. Como muestra de amor, plantó un olivo, típico del sur, junto al tejo".
Durante más de 1000 años ambos árboles estuvieron juntos, como símbolo de Don Alfonso y Doña Justa y de su amor.
Como decía en el edificio se han producido importantes reformas. Quizás la más importante se produjo a finales del siglo XVIII (1794 según figura en el frontispicio de la puerta) abriéndose una nueva puerta al sur junto con un pórtico. La puerta original se encontraba, como corresponde, al oeste. En un principio se colocó allí una pequeña ventana que, mas tarde fue cegada.
Al circundar el edificio me gusto especialmente los modillones de rollos que aguantan las losas de los aleros. Los modillones mozárabes, exportados de la Córdoba musulmana, incorporan motivos geométricos como esvásticas, estrellas... elementos decorativos que podemos ver aquí.
Pero... pasemos al interior. Lo primero que nos llama la atención es su armonía interior con multitud espacios intercomunicados con distintas alturas. Las cubiertas de estos espacios son, independientemente, con bóvedas de cañón. La separación de los mismos se produce con arcos de herradura apoyados sobre pilares cuadrados. En cada uno de los lados de estos pilares columnas coronadas con capiteles de decoración con hojas de acanto símbolo de la permanencia, de la inmortalidad, de la eternidad.
Si dirigimos nuestra mirada a la cabecera, tras el altar, nos encontramos una sorpresa. Se trata de una gran losa de piedra decorada círculo de casi un metro que lleva inscrito una esvástica de 16 rayos rodeada por seis círculos más pequeños decorados con motivos geométricos. Su origen es visigodo o, tal vez, anterior. Una pieza magnífica que también lleva asociada una historia. Como sabemos hasta el Concilio Vaticano II (1959-1965) los sacerdotes realizaban los oficios de espaldas a los feligreses. Bien, en Lebeña también se realizaba así pero el sacerdote lo hacía sobre una alfombra, una alfombra que tapaba, ocultaba esta losa. No teníamos noticia de su existencia hasta alrededor de los años 70 del siglo pasado.
A los pies del ábside central encontramos tres losas sepulcrales que, en contra de lo que pudiera parecer, no contienen los restos del conde Don Alfonso y la condesa Doña Justa. A la derecha, una pila bautismal.
El retablo mayor, barroco, es de mediados del siglo XVIII. En la hornacina central se venera la Virgen de la Buena Leche del siglo XV, gótica. Vemos a María amamantando al Niño, que sostiene una paloma. La tradición hace que la gente le pida embarazos. La que vemos es una copia pues la original fue robada en 1993 aunque, afortunadamente, fue recuperada nueve años después el chalet de un particular, posiblemente un robo de encargo. Por cierto, a primeros de Mayo se celebra la recuperación de la Virgen.
También podemos ver dos interesantes retablos renacentistas de finales del XVI en las capillas posteriores dedicados a santa Cecilia y san Roque.
Un lugar muy, muy recomendable. Árboles milenarios y sagrados, un templo de fábrica muy especial, una estela posiblemente celtica, símbolos solares, una vieja religión que toma contacto con el emergente cristianismo, señores, leyendas, su marco natural...todo ello envuelve el lugar haciéndolo misterioso, secreto, único.
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